lunes, 4 de abril de 2011

¡Cójanme!

Domingo, tres de la madrugada. Calle 85 con carrera 13.
Memoria.


                Un hombre se dirige a otro. Sigilosamente le toma por sorpresa y se apodera de su celular. Luego corre. Después, corre aun más.

                El ultrajado no reacciona.  Mira sorprendido los rostros a su alredor esperando ser víctima de algún tipo de broma. Finalmente [el afectado] reconoce su papel en aquel desafortunado suceso y se da a la tarea  de perseguir a aquella criminal sombra que se aleja abriendo camino entre la multitud. En medio de empujones y zigzagueos la distancia entre ellos se incrementa rápidamente. El triunfo está cada vez más cerca para el corredor nocturno... Sin embargo, el afectado al sentirse cerca de la derrota recurre al altruismo que genera el alcohol ('Yo invito',  'si quieres yo la llevo a la casa'... son algunas muestras del altruismo al que me refiero) y grita: ¡Cójanlo, cójanlo! 


               
                  Los curiosos observan, los precavidos se apartan y los borrachos que aún puedan hacer uso de algunas de sus facultades físicas se unen a la cacería.  El 'dueño de lo ajeno' corre como si advirtiera la llegada del enemigo, corre como si en sus piernas recayera la responsabilidad por su vida (que no es algo tan traido de los cabellos en una sociedad tan 'pragmática' a la hora de tomar la ley en mano propia como la colombiana); en otros términos, este señor bajó como alma que lleva el diablo por toda la 84 mientras un que grupo cada vez más amplio de personas lo sigue… Sólo se ha alejado tres o cuatro cuadras del lugar donde cometió el criminal (o menesteroso) hecho cuando algo más de dos docenas de cuerpos, de todas las contexturas, le siguen.  La ventaja que en un principio sacó sobre su víctima se ha reducido a una decena de metros debido a las patadas que algunos se atreven a propinarle. Es  momento entonces de que su espíritu delincuencial asuma la derrota. Agobiado  por el pánico instintivo de la persecución decide hacer gala de sus mejores dotes retóricos gritando: ¡AUXILIO!... ¡¡Policia, auxilio!!, mientras corre mirando a la multitud que lo persigue.

[... Risas]

                 La suerte está de su lado y una patrulla que hace ronda se encuentra parqueada en la esquina del Carulla. El trio de patrulleros que se encontraba en ese lugar 'prestando atención a la población civil', es decir, mirando a las "niñas" que salían de los bares, se dispuso a salvaguardar la integridad del pobre ultrajador; aquel descarado pasó entonces de correr por su vida a pagar por su libertad.

                 Los ánimos se aplacan y la multitud se conforma con recordarle el pasado lujurioso de su madre al frustrado corredor de la noche Ahora en brazos de la ley, el galgo evita una  brutal paliza y se prepara para negociar su salida del CAI con el botín que tenía acumulado hasta esa hora de la noche.

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